El confinamiento mató a mi madre


 

Empecé el 2020 con una madre. Y lo termino totalmente huérfana.
Recuerdo la decisión de mi ama hace más de veinte años de ir a una residencia. Ella había cuidado de su madre con Alzheimer durante diez años en casa y no quería eso para nosotras. Pero mi hermana y yo decidimos no dejarla sola nunca. Nos repartiamos las semanas, una mi hermana, otra yo. De lunes a domingo. Lo esencial era darle cariño, que se sintiera amada. Pasear, merendar, cenar, ayudarle a meterse en la cama... Ella nos esperaba mirando hacia el espejo del pasillo por donde aparecíamos desde el ascensor. La sonrisa era inmediata. Como una niña, reía siempre feliz, le brillaban los ojos. A veces daba pequeños gritos de emoción.
Éramos su vida.
Aquel 14 de marzo (aquel maldito 14 de marzo) ya no me dejaron entrar. Supliqué, lloré. Les pedía toda clase de epis y protecciones. ¡No podía dejar de ver a mi madre! Me enseñaron la orden de Osakidetza. Era imposible.
Recuerdo que fue como si algo muy pesado hubiera caído encima de mí. Llamé a mi hermana y me puse a llorar desconsoladamente. Ella me decía que ama aguantaria, que serían solo unos días, que era muy fuerte. Yo ya supe que no. Que no lo iba a resistir.
Impotencia. Fue como si me desgarraran por dentro.
Los días siguientes intentamos explicarle por teléfono que no podiamos ir, que no nos dejaban. Pero ella no entendía nada. Al principio contestaba y hasta se reía. Pero luego solo fue el silencio. Se negaba a comer, se negaba a levantarse. Solo miraba para el pasillo para ver cuándo llegaban sus hijas.
Pero nunca llegaron.
El médico nos dijo que estaba bien. Que solo tenía tristeza.
SOLO tristeza.
Murió el 3 de abril y la pesadilla de papeles, certificados y burocracia que se atrasa nos sigue acompañando todavia en diciembre. Ha sido todo tan sumamente denigrante, insoportable e inhumano que quiero en voz alta denunciar el asesinato de mi madre de la manera más cruel, sin sus hijas, sin cariño. Sola.
Ama, ojala de alguna manera supieras que jamás te abandonamos. Pero si algo es cierto es que sabías que te queríamos con todo nuestro corazón. Ojalá en alguna parte de tu cuerpo cansado recordaras nuestras caricias, nuestros abrazos y besos.
Se acaba este año espantoso en el que ya no estás. Hay miles de mujeres solas como tú, a las que no les dejan el abrazo de sus seres queridos. 2021 no será distinto. Lo único que agradezco es que fue rápido, no habrías podido soportar este infierno.
Me obligaron a hacerlo, ama. Y jamás se lo perdonaré.
Te quiero.

Entradas populares de este blog

A mi cuñado favorito, descansa en paz

Madre, son las diez de la noche