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A mi cuñado favorito, descansa en paz

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 Te conocí cuando apenas era una niña. Mi hermana me contaba que le gustaba un chico y cuando empezasteis a ser novios (hace bastante más de 40 años) se la veía muy feliz. Desde el principio me gustaste, tan serio y, sin embargo, siempre haciéndome reir a carcajadas. Esa ironía tuya... tan tuya. Dicen por ahí que los amores de película no existen. Pero doy fe de que sí. Siempre le dije a mi hermana (aún se lo digo) la cochina envidia que siempre me habéis dado. Habéis sabido llevar todos estos años un amor cómplice (¡¡cómo os mirabais todavia!!)  Formasteis la pareja perfecta, la familia perfecta. Esa fue vuestra victoria, vuestra lotería, vuestro éxito. Siempre te recordaré con una cerveza en la mano y metiéndote conmigo, con esa eterna seriedad que acompañaba a tus chistes. Por fin descansas después de dos años luchando contra el monstruo, dos años de infierno. Por fin tu cuerpo agotado ya no sufre. Un trozo más de mi corazón que se rompe en mil pedazos, un puzzle que ya nada ni nadi

Madre, son las diez de la noche

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Son las diez de la noche Mis pisadas se oyen a kilómetros de distancia Eco Silencio atroz Duele el silencio Asusta Atemoriza Aterra Mi corazón se acelera Creo que también se oye a kilómetros de distancia Colores de sirenas lo envuelven todo ¿Qué es lo que pasa, madre? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Yo solía pasear contigo, tomábamos chocolate caliente Te abrazaba, te besaba. Tu reías. Ya no hay bares Ni paseos. Ni abrazos ni besos. Ni risas. Las han tapado. Solo policía y miedo, madre. Desde que te fuiste ¿Cómo explicártelo, madre? Te llevaste el amor, La risa y la libertad. Ya no reconocerías esta sociedad distópica de miedo y soledad. Son las diez de la noche, madre Y hay toque de queda.

El confinamiento mató a mi madre

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  Empecé el 2020 con una madre. Y lo termino totalmente huérfana. Recuerdo la decisión de mi ama hace más de veinte años de ir a una residencia. Ella había cuidado de su madre con Alzheimer durante diez años en casa y no quería eso para nosotras. Pero mi hermana y yo decidimos no dejarla sola nunca. Nos repartiamos las semanas, una mi hermana, otra yo. De lunes a domingo. Lo esencial era darle cariño, que se sintiera amada. Pasear, merendar, cenar, ayudarle a meterse en la cama... Ella nos esperaba mirando hacia el espejo del pasillo por donde aparecíamos desde el ascensor. La sonrisa era inmediata. Como una niña, reía siempre feliz, le brillaban los ojos. A veces daba pequeños gritos de emoción. Éramos su vida. Aquel 14 de marzo (aquel maldito 14 de marzo) ya no me dejaron entrar. Supliqué, lloré. Les pedía toda clase de epis y protecciones. ¡No podía dejar de ver a mi madre! Me enseñaron la orden de Osakidetza. Era imposible. Recuerdo que fue como si algo muy pesado hubiera caído